Academia de Ciencias Matemáticas, Físico-Químicas y Naturales


Cierre del acto de ingreso en la Academia del Excmo. Sr. D. Alberto Fernández Gutiérrez realizado por el Excmo. Sr. Presidente de la Academia



Sr. Rector Magnífico de la Universidad de Granada,
Sr. Decano de la Facultad de Ciencias,
Excmo. Sr. Presidente de la Academia Iberoamericana de Farmacia,
Ilmo. Sr. Delegado de la Consejería de Economía, Innovación y Ciencia,
Excmos. e Ilmos. Sres. Académicos,
Queridos amigos y familiares del Profesor Fernández Gutiérrez,
Sras. y Sres.,
Debo admitir que hoy es un día muy especial para éste que les habla, ya que es el primer acto en el que ejerzo como nuevo Presidente de la Academia de Ciencias de Granada. Por ello, me siento moralmente obligado, y lo hago con mucho gusto, a comenzar esta breve intervención mía, reiterando públicamente mi profundo agradecimiento a mis compañeros académicos, que tuvieron la deferencia hacia mi persona de encomendarme esta atractiva tarea, que espero afrontar con diligencia y con la mayor eficacia posible.
Pero hoy es, sobre todo, un día muy especial para la Academia de Ciencias de Granada, porque recibe en su seno a una personalidad distinguida en el ámbito del saber de la Química, pero también distinguida por su compromiso social y de servicio público. Actividades ambas, la Ciencia y la dedicación en el ámbito de la gestión pública, que han hecho de nuestro nuevo Académico, el Excmo. Sr. D. Alberto Fernández Gutiérrez, una de las personalidades relevantes de la sociedad granadina en los últimos decenios.
Aunque me hubiera gustado hacerlo, porque he compartido con él una amistad que se remonta a nuestra niñez y que luego se prolongó a lo largo de los años en que fuimos compañeros de curso, primero en el Instituto Padre Suarez y luego en la Licenciatura de Químicas de esta Facultad, no me corresponde a mí, evidentemente, hacer una loa del nuevo Académico y de respuesta a su excelente y bien documentado discurso. Lo ha hecho en nombre de la Corporación el Ilmo. Sr. D. Pedro Luis Mateo Alarcón, utilizando para ello su exquisito rigor analítico, como experto científico que es, y una fina sensibilidad humanística que le ha llevado a delinear con precisión los rasgos de personalidad más característicos del nuevo Académico. Muchas gracias, Pedro Luis, por el excelente trabajo que has realizado, en respuesta a lo que la Academia te solicitó. Pero a pesar de lo dicho, no me resisto a hacer alguna aportación personal que, utilizando si quieren como pretexto la personalidad del nuevo académico, me permita hacer una reflexión en voz alta sobre cuál es en estos momentos tan singulares que estamos viviendo, el papel, o la función que se espera desempeñen las Academias que como la nuestra, están integradas en el Instituto de Reales Academias de España.
Las Academias son Corporaciones de Derecho Público y por tanto sus actuaciones han de tener un sesgo de servicio público irrenunciable. La razón de ser de nuestra Academia viene dada por lo que se establece en el Real Decreto fundacional, firmado hace ya casi 35 años, por Su Majestad el Rey D. Juan Carlos: por una parte, "cultivar, fomentar y difundir las ciencias y sus aplicaciones, en general"; y por otra, se nos confiere la tarea de "atender las consultas que instituciones públicas o privadas le dirijan acerca de cualquier asunto de carácter científico y de su competencia"...y todo ello en el ámbito geográfico del "distrito universitario de Granada". En definitiva, se nos encomienda a nuestra Academia el que, a través de una presencia activa en la provincia de Granada, participemos en todos aquellos problemas o debates públicos en los que, por su naturaleza científica o tecnológica, la Academia pueda y deba intervenir. Es por ello evidente la necesidad de que la Academia, los académicos, realicemos un mayor esfuerzo para conseguir una inserción más efectiva en la Sociedad a la que debemos servir. No es la primera vez que lo afirmo en público, pero estoy convencido de que las Academias en general, y la de Ciencias de Granada en particular, son Instituciones que, por sus sistemas de selección, han conseguido – y espero que no se me malinterprete‐ una posición de superioridad intelectual que, precisamente por ello, les confiere un plus de responsabilidad de cara a la Sociedad que las acoge. Pero, en todo caso, soy también consciente de que las Academias, al igual que ocurre con, yo diría, la mayoría de las instituciones que conforman en estos momentos nuestra Sociedad, están necesitadas de una renovación cuyo objetivo principal sea dar respuestas más eficaces a la nueva realidad, caracterizada como es bien sabido por una complejidad desconocida hasta ahora en todos los planos: en el plano económico por supuesto, pero también en el plano social y en el que está en la base de todos los demás: en el plano formativo y cultural.
Cuál deba ser el sesgo que tenga este proceso de renovación es algo que habrá que considerar. El problema desde luego no es exclusivamente de ámbito local, ni siquiera nacional. El profesor Yves Quéré, chairman del InterAcademyPanel, una red que engloba más de 100 Academias de Ciencias de todo el mundo, ha puesto recientemente de manifiesto a través de un artículo publicado en Nature, que las Academias no pueden ser ajenas a los nuevos estilos o fenómenos sociológicos de nuestro tiempo. Los jóvenes talentos, decía él, cada vez más capaces y prácticamente siempre en el origen de todos los procesos que suponen innovación, debieran estar, en su opinión, presentes en estas instituciones, así como también es necesaria una mayor presencia de la mujer, que haga normal en las Academias lo que es normal en la sociedad.
Estoy convencido, queridos amigos, de que estos procesos de renovación en muchos casos van a implicar planteamientos no solo sobre “cómo hacer estas instituciones más relevantes y efectivas” sino que incluso también habrá que reflexionar acerca de “por qué y para qué existen” las Academias. Es seguro que estos debates, si se articulan debidamente y con objetividad, introducirán la autocrítica, que sin duda es el mejor antídoto contra el inmovilismo y la autocomplacencia. Creo en la capacidad de adaptación de estas instituciones a las circunstancias cambiantes, propias de cada momento histórico. No en vano las actuales Academias, herederas de una tradición europea centenaria, se han renovado con fuerza considerable muchas veces a lo largo de los tiempos, protagonizando por lo general los momentos en los que la ciencia ha tenido mayor dinamismo. Lo que me gustaría destacar en este momento es que estas renovaciones no han alterado por lo general el sesgo que las caracteriza, basado en su compromiso social, compromiso que suele tomar forma a través de la creación del conocimiento y la búsqueda de objetividad, actividades en las que las Academias siempre han ejercido, con mayor o menor éxito, un liderazgo indiscutible.
Ese liderazgo, Sras y Sres, es el liderazgo que yo reclamo, dentro de nuestra modestia, para la Academia de Ciencias de Granada. Un liderazgo basado por supuesto, y como he mencionado repetidas veces, en la excelencia de sus miembros componentes, pero también, y sobre todo, basado en el uso de valores éticos y en la disposición leal a colaborar y a trabajar en estrecha cooperación con las instituciones de nuestro entorno. En este sentido, qué duda cabe, la incorporación de nuestro nuevo Académico, Profesor. D. Alberto Fernández Gutiérrez supone una extraordinaria aportación humana y científica a la Academia de Ciencias de Granada, que sin duda redundará, una vez más, en beneficio de la sociedad granadina.
Bienvenido, Alberto, a la Academia de Ciencias de Granada, y te deseo a ti y los tuyos, salud y felicidad.
Muchas gracias a todos ustedes por su asistencia a este acto.
He dicho